En el hemisferio occidental, en este siglo veintiuno, damos por hecho las vacaciones de verano. Somos muy afortunados. Hace cien años la mayoría de la población no tenían ni el tiempo ni el dinero para gozar de vacaciones. Si tenían suerte contaban con una fiesta local, o quizás con unos días en la costa.
El concepto de las vacaciones cambia de un país a otro. Por ejemplo, cuando vivíamos en los Estados Unidos nos dimos cuenta que nuestros colegas consideraban que una semana de vacaciones ya era mucho y dos semanas de vacaciones eran extraordinarias. No era una cuestión de dinero. Ellos solían tomarse unos días – nada más.
Por otro lado, en algunos países de Europa, la vida de la ciudad cambia durante todo el mes de agosto. Los que pueden, ya sea ancianos, personas maduras, jóvenes o niños, van a la campiña o a la costa. Los otros, los que tienen que trabajar, se quedan en la ciudad durante la semana laboral y se fugan a la vida de familia los viernes.