Al final de mi contrato en Nepal, (me) tomé una oportunidad de un viaje gratis de regreso en un buque de carga con la empresa P u O. Como Nepal está cercado de tierra, tuve que volar a Hong Kong para embarcarme. Toda la tripulación me dio una buena acogida y el capitán me invitó, la única ‘supernumeraria’, a cenar cada tarde con los oficiales.
No había mucho que hacer durante el viaje de 5 semanas, aparte de explorar los lugares diferentes cuando arribábamos a los puertos. Me gustó mucho visitar Singapur y Colombo, viajar por el canal de Suez y alrededor del Golfo de Vizcaya y visitar Rotterdam y Hamburgo. Sobre todo, porque el viaje, siendo largo, fue una manera muy paulatina, después de casi 4 años en Nepal, de adaptarme al cambio entre las culturas y vidas distintas de Asia y Europa.
A veces, pasábamos 10 días continuos en el mar, lo que me dio el tiempo para leer, escribir un diario y cartas, y charlar con los tripulantes cuando no trabajaban. Había una piscina pequeña que se llenaba cada día con el agua de mar, lo que quería decir que tendría más frío al acercarnos a Europa. Me acostumbré a nadar cada mañana antes del desayuno.
Después de unos días, me preguntaron algunos de los hombres si tenía frío en el agua, mientras otros hablaron con entusiasmo de los beneficios de nadar. El primer oficial también nadaba cada día pero nunca nadó ninguna otra persona. Durante las tardes en el bar, siempre hablaba alguien u otro de ‘los nadadores’. Finalmente, al acercarnos a Hamburgo (en el mes de septiembre), el jefe de cocina me dijo que esperaba que yo continuara nadando, después del primer oficial. El contramaestre contestó en serio que yo no debería nadar más en caso de que tuviera hipotermia.
¿Por qué había tanto interés? ¡Había una apuesta entre los tripulantes sobre quién sería el primero en detenerse de nadar, el primer oficial o yo! El día después de saberlo, nadé por la mañana pero tenía tanto frío en el agua que tuve que ducharme durante casi 30 minutos para calentarme. Di un suspiro de alivio al ver que el primer oficial no tenía el cabello mojado al llegar para desayunar. ¡El equipo del jefe de cocina había ganado la apuesta y no tenía yo que nadar de nuevo!
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