Como mucha gente, perdí el sentido del gusto y el olfato después de contraer el coronavirus. En mayor parte los he recobrado, pero ha habido un cambio poco grato.
La noche de Burns cuando estaba pelando un nabo sueco noté un olor que me hizo pensar a una sustancia antiséptica. Le pregunté a Nicola si había utilizando TCP en la cocina, pero no, y cuando cenábamos se hizo evidente que sólo yo percibía algo, lo cual no era correcto.
Ahora, además del nabo sueco, una variedad de comidas pueden oler y/o saber como si contuvieran un antiséptico, incluyendo el ajo, los tomates, el chocolate negro e inclusive el café. Sin embargo, verduras relacionadas como las cebollas y las berenjenas, me siguen sabiendo normal. Al notar el olor del ajo que picaba,, me pregunté si era una característica de comidas amargas en general, pero quizás no sea cierto, porque, por ejemplo, puedo comer un pomelo sin saborear nada inesperado.
Resulta que es otro efecto del coronavirus, y que podría ser peor: hay gente que le parece que todo contiene gasolina y le cuesta mucho comer suficiente para mantener su peso. Desgraciadamente, la pérdida de nuestros sentidos significa que la neuronas han sido destruidas, y el cerebro puede crear unas conexiones incorrectas cuando trata de arreglar el daño.
Vamos de vacaciones a las Canarias el 17 de abril. Me hace ilusión saborear de nuevo platos como ropa vieja y papas arrugadas con mojo picante. Espero que la experiencia no sea destruida por el coronavirus.