A veces escucho charlas en línea de la institución de ingenieros agrónomos de la que soy miembro. La mayoría tratan sobre avances en ingeniería agrícola, gestión de cultivos, ciencia del suelo y, recientemente, el uso de drones en la agricultura.
Los drones se utilizan para monitorear cultivos y decidir si necesitan riego, fertilizantes o control de malezas, logrando reducir significativamente el uso de químicos. Los fruticultores los usan para proteger los árboles de las heladas en primavera. El movimiento del aire provocado por el vuelo de un dron sobre los árboles eleva la temperatura unos 5 grados centígrados, evitando daños en la cosecha.
Una fundación para la conservación de la vida silvestre utiliza drones para encontrar nidos de zarapitos (curlews) en peligro de extinción en Gales. Una vez localizados, los nidos pueden ser protegidos de depredadores y daños accidentales causados por los agricultores. Mis colegas del Departamento de Investigación de la Comisión Forestal usan drones e inteligencia artificial para inspeccionar plantaciones forestales. Este método es más preciso, barato y rápido que el método previo que usaba las fotografías aéreas y el análisis de muestras.
Los drones tienen ventajas fundamentales sobre los métodos anteriores. Son relativamente baratos de adquirir y utilizar, pueden inspeccionar zonas remotas rápidamente y sin riesgo para el agricultor, y detectan problemas en los cultivos en una etapa temprana. Esto permite tomar decisiones informadas que reducen costos y daños al medio ambiente. Como dijo el físico Freeman Dyson: “Los grandes avances en la ciencia suelen ser resultado de nuevas herramientas más que de nuevas doctrinas”.
Entiendo que los drones pueden ser vistos de manera negativa debido a su uso en la guerra, su potencial para invadir la privacidad y ser una molestia general. Sin embargo, creo que, en general, ofrecen beneficios significativos para la humanidad.