Lo más destacado de mi reciente crucero en Asia fueron las excursiones en Vietnam. El primer puerto de escala fue Hanói, la capital vietnamita; en el segundo día, exploramos el fascinante sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el Golfo de Tonkín, donde sus aguas cristalinas rodean más de 1,600 islas de piedra caliza, casi todas deshabitadas. El tercer día visitamos Ciudad Ho Chi Minh, o Saigón, como se la conocía. Según nuestra guía turística, Saigón sigue siendo el nombre más popular. Durante los tres días de visita, solo podía obtener una impresión superficial del país, pero las charlas que los expertos ofrecieron en el crucero antes de las visitas me permitieron comprender mucho más plenamente el Vietnam actual y su turbulenta historia.
Mi primera impresión fue la mentalidad independiente del pueblo vietnamita. Mantienen buenas relaciones con el resto del mundo, incluido China, Estados Unidos y Francia, su antiguo maestro colonial. Sin embargo, su identidad vietnamita y su independencia son algo de lo que se enorgullecen y desean preservar.
Todo el país tiene una pasión por el café, introducido en Vietnam por los franceses, pero que ahora es definitivamente vietnamita. Han desarrollado su propio tipo de grano de café y un método único de preparación, y el resultado es una taza mediana de sabor intenso, que suele servirse con leche. Actualmente, son uno de los mayores países productores de café del mundo, solo superado por Brasil. Disfruté de su café; para mí, tiene un balance perfecto entre el café suave servido en Estados Unidos y el café expreso fuerte típico de los países mediterráneos.
Hay mucho más que decir sobre este fascinante país, pero, debido a las limitaciones de espacio, sentí que el café era un ejemplo de lo que los vietnamitas hacen bien: tomar una idea y darle su propio toque.