Dos cuervos están de pie en la valla detrás de la casa de mis vecinos, las alas desplegadas y los picos abiertos, tratando de mantenerse frescos.
No puedo recordar la última vez que el clima estuvo (haya estado) tan bueno como durante las semanas pasadas.
Como habría sido un crimen no aprovecharse del sol y de la falta de lluvia, el domingo decidimos hacer una barbacoa e invitar a mis suegros para almorzar. Fue la primera vez que habíamos utilizado la barbacoa, la cual estaba aún en su caja en el garaje, desde que la compramos hace 2 años.
Vale. Sin embargo, la verdad es que no me gusta mucho la comida barbacoa como salchichas y hamburguesas, y aun menos cuando están quemadas al exterior o crudas en el centro. La barbacoa carece de un control. No se puede regular la temperatura del carbón, solo mover la parilla arriba o baja por el ancho de un ladrillo.
No obstante, se sirvió la comida quemada, se comió, y nadie se quejó o tuvo que pasar la noche en el cuarto de baño. Supongo que el sabor debía haber estado aceptable por estar disfrazado con salsa y escondido dentro de un panecillo. La cerveza probablemente ayudó también.
Pues, es la hora de lavar y guardar la barbacoa para la próxima vez. No sé por qué comemos esta comida siempre que el sol brilla, porque no lo hacemos cuando estamos en el extranjero, pero no dudo que lo haremos otra vez cuando el sol brille de nuevo aquí.