La
semana pasada, discutimos si el virus va a cambiar las cosas. Dije que pensé (pensaba) que no; sin embargo, podría
haber algo lo cual no vuelva a lo que antes considerábamos lo normal.
Llevo
más de tres semanas en casa trabajando y asistiendo reuniones por Skype. Pensaba que iba a ser difícil discutir
diseños y hacer discusiones técnicas de esta manera. No obstante, teníamos que intentarlo, y nos
ha sorprendido que a menudo hemos conseguido más por internet de lo que solemos
hacer cuando nos juntamos en una sala.
Aun los
estudios de seguridad han sido mucho más eficientes. Normalmente alrededor de una docena de personas
asisten a este tipo de reuniones, y es común que se formen facciones entre personas
quienes desean imponer sus preferencias.
Puede ser imposible para el presidente prevenir las conversaciones
marginales y hacer que todos se centren, en caso que se necesiten cambios para
mejorar la seguridad más bien que por razones caprichosas. Sin embargo por Skype solo una persona puede
hablar a la vez, de manera que todos puede decir lo que consideran importante y
ser oído por el grupo entero. Mi sola
queja es que no es fácil leer dibujos y comprobar lo que sea grabado de la
conversación al mismo tiempo con una sola pantalla.
Nuestras
oficinas tienen muchas salas de reuniones donde se congregan personas de todas
partes del país. Normalmente, las
reuniones grandes son caras debido a que las personas tienen que viajar y alojarse en hoteles. Ahora nos hemos probado a nosotros mismos que podemos evitar los viajes y ser más eficientes a la vez. Los gerentes habrán notado esto también.
Me
agota la intensidad de trabajar en casa, sin el descanso regular que me provee
la rutina de la oficina. Nadie para de
vez en cuando para charlar, y no estoy seguro que todo se haga más rápido que lo normal. Dudo que esto sea sostenible, pero dudo
también que regresemos a oficinas llenas y aparcamientos atestados cuando se
haya ido el virus.