Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, los relojes de sol todavía estaban en uso y no importaba mucho las diferencias pequeñas entre las horas en distintos lugares. La razón por que se convirtió en un problema grande fue la llegada y el crecimiento de los ferrocarriles. De repente, se necesitó un horario uniforme para que la gente pudiera hacer conexiones, ya que mantener un tiempo entre cada tren y el siguiente era vital para que no chocaran.
El GWR operaba trenes desde Londres a Gales y al suroeste, a través de lugares donde la hora local era hasta 20 minutos por detrás de Londres. Por eso, en 1840 estandarizaron el tiempo de Londres a lo largo de su red. Al principio sus empleados tenían que regular sus relojes utilizando tablas para corregir diferencias locales, hasta que se aprovecharon del advenimiento del telégrafo eléctrico para enviar el tiempo de Greenwich a todas partes.
Lo sorprendente es que tardó años para que mucha gente aceptara el cambio. Ahora, si veis un reloj con dos manos de minuto como el de Bristol, sabéis el porqué.