Esta tarde, voy a regresar a un asunto que hemos discutido brevemente en el pasado: los “Onion Johnnies”, los vendedores itinerantes de cebollas quienes en el pasado se podían ver en las calles de cualquier ciudad escocesa, montado en bicicletas, y llevando guirnaldas de sus mercancías por sus cuellos y en sus manubrios.
Era un espectáculo bastante común en Leith Walk donde crecí debido a que se alojaban con sus bienes en un almacén en el puerto. Cada año, después de la cosecha, llegaban a Leith donde pasaban el otoño hasta que hubieran vendido todo y fuera la hora de volver a Bretaña. Parece haber sido una vida dura: además de estar alejado de sus familias, trabajaban muchas horas y se alojaban en condiciones espartanas. Sin embargo, fue una forma de vida que sobrevivió de la mitad del siglo XIX a los 1980s.
Aunque los Onion Johnnies han desaparecido (más o menos), las cebollas rosadas codiciadas de Roscoff ahora disfrutan la denominación de origen protegida, igual que el vinagre balsámico de Modena o el morcillo de Stornoway. Eso es importante porque enfrentan un mercado al que no se le valora la alta calidad; la prioridad para los supermercados es llenar los estantes con productos más baratos que sus rivales. Sin embargo, si pudiera encontrarlas, me gustaría mucho cocinar mis recetas favoritas utilizando las cebollas de Roscoff en vez de las cosas insípidas disponible de Sainsbury etcétera, aunque me hagan llorar mucho los ojos.
A los avanzados, me gustaría saber:
• ¿Qué piensas de la denominación de origen protegida y/o controlada? Por ejemplo, ¿les da confianza cuando eligen un vino o un vinagre?
• ¿Hay otros productos que creen merecen la denominación?