Nunca me ha gustado conducir, sin embargo, es necesario para esos viajes que son demasiado difíciles o caros de hacer por tren o por autobús, creo que si no me hubiera ido del centro de Edimburgo donde crecí, no hubiera aprendido a conducir.
Recientemente, cada viaje por aquí se ha convertido en un suplicio y aunque trato de respetar los límites de velocidad, me pregunto si cualquiera otra persona realmente presta atención. En las autovías veo como la cola de coches crece rápidamente detrás de mí, y por otro lado estimo que algunas personas conducen 50% por encima del límite, incluso en tramos urbanos.
Hay razones por las cuales existen límites. Por ejemplo, el límite en la autovía entre St. Ninians y Linden Avenue fue bajado después de un choque fatal. Además, ha sido reconocido que el límite de 20 millas por hora en zonas residenciales causa heridas mucho menos graves en el caso que suceda un choque.
Una amiga de Tina, cuando era pequeña, tuvo un accidente y pasó un año en coma después de ser golpeada por un coche. Aún le cuesta mucho andar. La señal de aviso electrónico, ubicada donde sucedió el accidente, cambia a rojo cada vez que pasa un coche. El exceso de velocidad se ha hecho endémico.
Me alegra que el ayuntamiento ha introducido un límite menor en muchas calles residenciales, pero de nada sirve si la gente no obedece las señales de tráfico y velocidad.