Hace unos años, escribí una plática sobre cómo las costumbres, culturas y religiones se extendieron a lo largo de las antiguas rutas de seda.
Ahora, acabo de leer el libro “las nuevas rutas de seda” en el que Peter Frankopan predice un futuro exitoso para los países orientales, dominado por la China, pero incierto para el occidente. Mientras Bréxit y el resurgimiento de la extrema derecha entre nuestros vecinos, ambos amenazan el proyecto europeo, los chinos se hacen más poderosos económicamente e invierten billones de dólares construyendo autopistas y ferrocarriles a lo largo de las antiguas rutas para conectar y mejorar el negocio entre los países asiáticos y más allá, incluyendo Turquía, Irán, Afganistán y Pakistán; a los chinos no les molesta tratar con el Talibán. También invierten en proyectos grandes en África, y hasta en algunos países sudamericanos.
Desgraciadamente, en muchos casos estos proyectos grandes no son económicos, y esto saca a la luz el verdadero juego. Los chinos no dan dinero sino que lo prestan a varios países sabiendo que van a terminar en deuda. Entonces empieza el negocio real: puede ser que una empresa china se encargue de los bienes durante un siglo, o si el país está adyacente, tiene que ceder algunos territorios a la China. Pobre Tayikistán debe 40% de su PIB a la China.
Mientras vemos los horrores en Ucrania, es importante vigilar lo que suceda en otros lugares. No solo países europeos necesitan apoyo.