Pablo Escobar fue abatido por el bloque de búsqueda colombiano en 1994 en un acto que al parecer significaba el fin del dominio de los narcotraficantes en la vida política del país. ¿Pero su desaparición de la escena de verdad puso fin al poder de las pandillas criminales en Colombia? Eventos recientes indican que la respuesta es definitivamente no y que no sólo Colombia sigue siendo el mayor exportador de cocaína del mundo sino los clanes del narcotráfico siguen estando en poder en muchas partes del país.
En octubre de 2021 arrestaron a Dairo Antonio Úsuga (apodo Otoniel) un exguerrillero, paramilitar y miembro de una poderosa familia criminal del noroccidente del país, el Clan del Golfo. La semana pasada ese mismo Otoniel fue extraditado a Estados Unidos. Pero al tiempo que las autoridades celebraban este golpe que según ellos marcaba el fin del Clan, los miembros del Clan conocido también como AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) estaban paralizando a medio país para demostrar que estaban en contra de la extradición de Otoniel. Durante cuatro días decenas de pueblos y carreteras en varias regiones de Colombia estuvieron cerrados por el riguroso toque de queda introducido por el grupo armado.
Parece que nada ha cambiado en los treinta años después de la muerte de Escobar. La razón es que nadie ha solucionado los problemas de raíz, es decir, la demanda de las drogas en Estados Unidos y la falta de economías regionales ligadas a negocios legales en Colombia.
Y me parece que lo mismo ocurre en muchos otros aspectos de nuestras vidas de hoy- los conflictos entre los países democráticos y autocráticos continúan; los fallecidos por armas letales siguen creciendo en Estados Unidos; y los extremistas religiosos todavía están con nosotros. ¿Cuándo encontrarán soluciones y cuando se acabará la matanza?