Leí un artículo recientemente en el ‘Olive Oil Times’ sobre el impacto de la sequía en la cosecha de olivas y en el tamaño de la aceituna en la región de Córdoba en España. Es posible que la escasez de agua afecte la producción del aceite de oliva en 2023.
Esto me hizo pensar en una historia que dominó las noticias en el verano de 1981 cuando estaba viajando en España. Unas 1000 personas murieron y 25,000 resultaron heridas; se creyó que el consumo de un aceite de cocina contaminado, vendido fraudulentamente como el aceite de oliva, causó esta misteriosa enfermedad. Por consiguiente, era nombrado ‘el síndrome del aceite tóxico’. Los afectados experimentaron síntomas gripales como fiebre, dificultades respiratorias, vómito, náusea, y después edema pulmonar, erupciones de piel y dolor muscular.
Asimismo, recuerdo a una mujer joven que conocí en un albergue juvenil. Un día, ella se enfermó de repente con unos síntomas similares. No hablaba español y no había oído las noticias de la epidemia. Mi amiga y yo la acompañamos al médico para hacer la interpretación. Afortunadamente, el médico diagnosticó agotamiento por calor y ella se recuperó.
Según un artículo muy interesante (y largo) por Bob Wiffenden en el Guardian (ver el enlace más abajo), el incidente no tuvo nada que ver con el aceite. Supuestamente la intoxicación por el aceite fue una explicación que convenía al gobierno español y a las empresas de sustancias químicas, para ocultar errores con consecuencias devastadoras en la salud pública.
Unos 4 directores de hospitales que intentaron investigar la causa fueron despedidos. En 1981, el primer médico entrevistó a unos afectados que vivían en las afueras de Madrid y todos habían comido ensaladilla; años más tarde, él concluyó que la fuente de la intoxicación había sido organofosforados usados para cultivar tomates de Almería.
La causa verdadera del ‘síndrome tóxico’ ha sido un tema polémico durante los últimos 40 años y así continúa siendo. El misterio todavía no es resuelto.
https://www.theguardian.com/education/2001/aug/25/research.highereducation