Es bastante raro que la prensa británica y las transmisiones televisivas aquí nos ofrezcan noticias sobre América Latina. Sin embargo, hace tres años nos impactaron con imágenes de disturbios violentos en las calles de Chile. Pareció que existía un fuerte sentido de insatisfacción en el corazón del país.
¿Desde entonces qué ha sucedido allí? A decir la verdad, la población ha vivido un proceso democrático largo y muy importante, aunque sin llegar a una conclusión definitiva. En pocas palabras, en octubre del 2020, 80% de los electores votaron a favor de cambiar la Constitución misma que debe hacerse a través de una Convención Constitucional. Eligieron democráticamente los miembros de la Convención, los cuales consiguieron publicar el texto de una nueva Constitución para remplazar la del periodo de Pinochet. A pesar de que el texto contara con el apoyo del nuevo presidente izquierdista Gabriel Boric, fue rechazado recientemente por el 62% de los votantes. Aparentemente los chilenos quieren reformas, pero no el paquete de cambios propuesto por la Convención. Por eso todavía la historia no ha llegado a su fin, y el presidente se ha comprometido a buscar otra forma para salir adelante.
El proceso en Chile me hizo pensar al proceso aquí para votar sobre el Brexit, y también sobre la independencia escocesa. Pienso que, en cada caso, ha sido difícil para el electorado entender todos los detalles de la nueva constitución (el documento fue de 178 páginas), y la existencia de muchas “noticias falsas” complicaron y confundieron el proceso. Menos mal que para los chilenos el plebiscito no resultó en una decisión irrevocable, y pueden continuar el debate hasta que lleguen a un texto aceptable a la mayoría.
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