Me sorprendió saber recientemente que el cantautor mexicano Juan Gabriel provenía de un entorno humilde y tuvo que soportar muchos contratiempos antes de convertirse en uno de los cantautores más famosos no solo de México sino del mundo hispanohablante. Nació en 1950, en Parácuaro, Michoacán, México. Era el menor de diez hermanos. Durante su infancia, su padre estuvo internado en un hospital psiquiátrico y su madre trasladó a la familia a Juárez, Chihuahua. Su madre metió a Juan en un orfanato durante ocho años, lo que él odió.
Después del orfanato, desarrolló sus habilidades musicales en el coro de una iglesia bautista en Juárez. Luego intentó lanzar su carrera musical en la Ciudad de México, pero no tuvo éxito y a menudo tuvo que dormir en la calle y aceptar trabajos de baja categoría para sobrevivir. El punto más bajo de su vida fue cuando fue acusado injustamente de robo y enviado a prisión durante 18 meses. Finalmente, fue liberado con la ayuda del director de la prisión, quien también lo apoyó durante dos años más en la Ciudad de México, tiempo durante el cual fue contratado por una compañía musical. Este fue el comienzo de un largo ascenso hacia la cima del negocio de la música; pasaron 15 años más antes de que se convirtiera en la superestrella que se conoce hoy.
Juan murió en 2016, pero su música sigue siendo popular. Hay mucho que admirar sobre el hombre y su música, pero destaca su lealtad a México y al idioma español. Se negó rotundamente a traducir su música al inglés y alguna vez dijo que “la música mexicana hay que defenderla con vigilancia”.
Este es un ejemplo de su colaboración con la cantante española Rocío Dúrcal Juan Gabriel y Rocío Dúrcal El Destino