En Tenerife se trata del clima. La orografía (el estudio de las montañas) de la isla permite encontrar climas muy diferentes de una zona a otra, hasta el punto de que es posible jugar con la nieve a los pies del Teide y, en el mismo día, tomar el sol y darse un baño en la costa del sur de la isla. La división en el clima es resultado de la cadena montañosa y las Cañadas del Teide que sirven para limitar e influir en el tiempo.
El impresionante mar de nubes, que se ve al aterrizar al aeropuerto de la Reina Sofia, choca con las laderas de las montañas y se estanca al llegar por el norte de la isla. Al descargar agua y humedad beneficia a la vegetación y a la flora de estas regiones, pero también a las galerías de agua subterráneas. En el mismo proceso, las cumbres tinerfeñas protegen el sur de la isla de la acción de estas nubes, garantizando un clima veraniego durante todo el año, especialmente en las zonas de costa.
He notado un cierto desdén y tergiversación entre los visitantes habituales del sur en cuanto al clima en el resto de la isla. Al anunciar nuestros planes de visitar al norte nos ordenaron llevar los suéteres, los abrigos y paraguas. Mi teoría es que mientras que el clima en el sur es más estable (a donde va el 85% de los turistas) el norte es mucho más bonito y escapada de la urbanización fea que arruina la costa sur.