Sí, es cierto, aunque os parezca extraño, realmente echo de menos la nieve. Cuando era pequeña, ya hace muchos años, recuerdo que cada invierno nos divertíamos jugando en la nieve. En la escuela, a la hora del recreo, los profesores nos echaban afuera, lloviera o tronara, para jugar. Si nevaba , pasábamos los 15 minutos del descanso de nuestros deberes para celebrar competiciones y así ver quién podía construir el mejor muñeco de nieve. A veces, si la nieve permanecía blanda nos dividíamos en dos equipos para montar una gran batalla de peleas de bolas de nieve en la cual participaba la mayoría de los escolares.
Mi pasatiempo favorito era cuando hacíamos un tobogán en el camino accidentado que conducía desde las puertas de la escuela hasta el propio edificio. Sin embargo, nuestros toboganes no duraban más allá del recreo, ya que el conserje de la escuela, maldiciéndonos en voz baja, solía estropear nuestras obras lanzando sal o arena de su cubo de limpieza sobre el tobogán para derretirlo. Continuábamos la diversión después de la jornada escolar y también los fines de semana cuando llevábamos nuestros trineos caseros, es decir, hechas de viejas tablas de madera cubiertas con mantas viejas y atadas con un poco de cordel, e íbamos al campo para encontrar una pendiente donde podíamos deslizarnos. Volvíamos a casa empapados, agotados, pero sobre todo felices.
Parece que hoy en día, debido al calentamiento global, en lugar de nieve tenemos lluvia, ¡y mucho de ella! En este último mes parece que han caído chuzos de punta casi todos los días. No creo que uno pueda divertirse tanto cuando llueve y por lo tanto no me sorprende que a nuestros hijos les guste más permanecer en casa jugando juegos virtuales en sus computadoras en vez de salir al aire fresco para jugar juegos reales. Puede ser que el clima sea perfecto para los patos, pero lamentablemente no para nuestros hijos.