Hacía 9 años que no estabamos en Bruselas, y en cuanto llegamos empecé a notar los cambios. En las calles alrededor de la “Gare Midi” se podía oler el té de menta que se bebía fuera de los cafés, y me sorprendió ver tantas tiendas de viaje que solo ofrecían el mismo destino: Marruecos. La capital de Europa ya no parecía una ciudad belga sino hasta cuando nos adentramos unos cientos metros de su famosa gran plaza.
Nos quedamos en el hotel “Metropole”, el cual los taxis no podían alcanzar fácilmente por la clausura de la plaza “de Brouckere” debido a la fiesta de nochevieja. El hotel era hermoso, del estilo Art Nouveau, y debe haber sido muy cómodo para los soldados armados quienes patrullaron sus pasillos durante nuestra visita.
El 30 de diciembre, el alcalde canceló las festividades de nochevieja por una amenaza de terrorismo. Entonces los soldados se fueron, pero no por eso nos sentimos más seguros. Aun así, tuvimos que pasar por un cordón de seguridad antes de entrar a la gran plaza el 31 de diciembre. Quisimos cenar en “Hard Rock Café”, pero los ladrones allí exigían €125 por persona. En vez, decidimos comer en una taberna cerca, la cual terminó ser la mejor cena de nuestro viaje.
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