Durante los treinta y cinco años que he
visitado Filipinas, he notado un cambio gradual en la forma en que se venden
los alimentos. Los mercados públicos tradicionales (pelenques en filipino) están
perdiendo clientes, a un número creciente, debido a los supermercados modernos. Además, la venta
de algunos productos en los pelenques ha disminuido notablemente. Por ejemplo había
un comercio activo de pollos vivos que era necesario cuando los clientes no
tenían neveras, pero las pequeñas granjas de pollos tradicionales han sido
reemplazadas por grandes fábricas que venden pollos procesados a los
supermercados y las neveras son ahora más comunes. Pero a los filipinos les
gustan sus pelenques pues los pasillos de los supermercados son tranquilos en
relación con el bullicio que todavía hay en los pelenques, especialmente en las
zonas rurales.
Mi primera visita a un pelenque fue
verdaderamente un asalto a mis sentidos. Era una escena increíble con un montón
de pescados, carnes, frutas y verduras apiladas en los locales y puestos sobre las aceras. Era
ruidosa con los vendedores gritando para llamar la
atención sobre sus productos. El fuerte olor a pescado (fresco y seco) y carne
se eleva con el calor del día. La comida es fresca pero no está refrigerada,
aunque se puede comprar hielo para mantenerla fresca en el camino a casa.
Con el paso de los años, he llegado a
valorarlos más y ahora los veo como una parte importante de la cultura
filipina. Espero que sobrevivan, aunque no tienen aires acondicionados y mostradores
de mármol pulido, ofrecen una amplia variedad de alimentos de buena calidad a
un precio razonable.