Durante nuestras vacaciones en las islas Orcadas escuchamos la historia de “Scapa Flow”, un fondeadero natural rodeado de varias islas. Antes de la segunda guerra mundial la zona fue designada base principal de la flota británica, debido a su sitio estratégico, con acceso al Mar Atlántico y al Mar del Norte.
Las autoridades creían que Scapa Flow sería impenetrable y por eso muy seguro. Fue un golpe duro cuando en 1939 un submarino alemán entró en combate al fondeadero destruyendo el buque de guerra “Royal Oak” y más de 800 marineros murieron.
Después de la tragedia, el gobierno aumentó la infraestructura defensiva, construyendo una serie de vínculos sólidos que se llaman las Barreras de Churchill. Durante la guerra limitaban la posibilidad de ataque submarino, y sirven ya (actualmente) como calles entre las islas pequeñas al sur del archipiélago.
Durante nuestra visita oímos otra historia más moderna y más personal, que se trata también de la guerra, y de la seguridad. En un hotel nos encontramos con un americano que desde hace un año vive y trabaja en las islas. Él había servido en el Cuerpo de Marines de Estados Unidos, y después de su servicio en Irak sufrió gravemente de estrés postraumático. Cuando vivía en los Estados Unidos, estaba siempre muy nervioso. Buscaba bombas debajo de su coche, y si veía una mochila en un lugar público sospechaba que contuviera un aparato explosivo. Por suerte viajó a las islas Orcadas con su familia, y encontró allí una sensación de tranquilidad y de seguridad. Nos ha dicho que ya se siente mucho mejor. Ojalá haya llegado ahora a su propio puerto seguro.