El príncipe Harry de 33 años y la que sería, en aquel entonces su futura esposa, Meghan Markle de 36 años se conocieron en una cita a ciegas en 2016. Dos citas más tarde se fueron a acampar juntos a Botsuana en el sur de África y anunciaron su compromiso el 28 de noviembre de 2017. Después de una relación de un año y medio se casaron en la Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor el 19 de mayo de 2018.
El príncipe Carlos fue el encargado de acompañar a Markle al altar. El príncipe William fue el padrino de la boda porque el príncipe Harry asumió ese papel durante el casamiento de su hermano en 2011. El vestido, uno de los secretos mejor guardados de la boda —- muy sencillo pero elegante —-fue confeccionado por una diseñadora británica. La ceremonia estuvo marcada por una combinación de elementos tradicionales de una boda real británica con otros propios de las culturas negra y estadounidense- por ejemplo participaron en la ceremonia un coro de góspel, un pastor negro, y un joven violonchelista británico negro.
La prensa británica ha estimado que la boda costó 30 millones de libras teniendo en cuenta el precio de las flores, la comida, la fiesta, el vestido de la novia y sobre todo la seguridad. Los gastos de seguridad fueron pagados por los contribuyentes; el vestido lo compró la propia Meghan; y la familia real se ocupó de los demás costos. (El enlace de Diana y Carlos costó 80 millones de libras en 1981). Hablando de dinero debemos decir que especialistas creen que la boda puede inyectar hasta 500 millones de libras en la economía.
Sin embargo, lo importante no es el dinero sino el amor y durante la boda fue evidente que los novios estaban muy enamorados. Pero vamos a ver si los recién casados van a evitar los divorcios que han plagado los matrimonios de Meghan misma y de todos los parientes de Harry -Carlos, Andrés y Ana. ¿Qué piensan los avanzados? ¿Las estrellas están todas alineadas para los novios o la historia de divorcios en la familia real va a repetirse?